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Corregido Y, en pago, la besaba el sol ardiente, suspirando halagábala la brisa, requiebros le decia la corriente que á sus pies deslizábase sumisa, las aves la cantaban tiernamente, y aplacíase el cielo en su sonrisa... mas la luna (tal vez por experiencia), velaba sin sosiego su inocencia. Una tarde de Julio, en que su velo el crepúsculo al cabo recogía, sin que tornase á levantar el vuelo el aura que en los árboles dormia, al extinguirse en el confín del cielo la postrimera claridad del dia, dobló la flor su frente nacarada, pensando... ¿en qué? —Seguramente en nada. Y no porque era flor: —que una doncella tampoco suele meditar gran cosa cuando está enamorada y es muy bella.— Dobló, pues, la cerviz la flor hermosa, y durmió ó no durmió... ¡Sábelo ella!...
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