La Cartuja de Parma: IX
La Cartuja de Parma: IX de Stendhal El alma de Fabricio estaba exaltada por el discurso del anciano, por la atención profunda y por el extremado cansancio. Mucho trabajo le costó dormirse y tuvo un sueño agitado, heno de visiones, presagios acaso del porvenir. Hacia las diez de la mañana despertáronle unas formidables sacudidas que hacían temblar el campanario y un ruido tremendo que parecía venir de fuera. Levantóse asustado y creyó llegado el fin del mundo; luego pensó que se hallaba encerrado; fue recobrando el sentido, y al cabo de algún tiempo conoció el sonido de la campana mayor, que cuarenta aldeanos ponían en movimiento, en honor del gran San Giovita; con diez hombres hubiera bastado. Fabricio buscó un buen sitio para ver, sin ser visto; advirtió que desde tan grande altura, su mirada penetraba en los jardines y hasta en el patio interior del castillo de su padre. Lo había olvidado, y la idea de ese padre, que tocaba al término de la vida, cambiaba todos...
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