Historia de la Lingüística (3ª parte)

31/03/2011 13.856 Palabras

Los neogramáticos A finales del siglo pasado, poco antes de la aparición de las teorías de Ferdinand de Saussure, tuvo mucha importancia en el ámbito de la lingüística la denominada escuela o corriente de los neogramáticos. Si recordamos la primera parte de esta historia comprenderemos que hacia el año 1876 el panorama de la Lingüística europea era el de la gramática comparada. Desde que el gran Bopp lanzara sus teorías, todos los estudiosos del lenguaje abordaban sus trabajos con el mismo enfoque. Todos se dedicaban al estudio de la forma que predominaba sobre cualquier otro. Se trataba de establecer la procedencia de un origen común y, prácticamente, por estas fechas ya se ha conseguido. Por lo tanto, el método empleado hasta entonces no podía dar más de sí. El segundo tercio del siglo XIX sigue atando, no obstante, a su rienda metodológica a cuantos trabajan el campo de la lengua que, aun en sus aspectos parciales, sigue siendo el de las lenguas en general. Uno de los principales objetivos de la revolución lingüística de 1876 es volcar hacia los estudios particulares todo el afán y el material documentativo puesto hasta entonces al servicio del Indoeuropeo y del Parentesco, arrastrando hacia nuevas conclusiones enfrentadas claramente con los anteriores estudios condicionados por aquellas dos premisas incuestionables. Los aspectos que interesan son cada vez más varios que aquellos que estudiaba el comparatismo. Schleicher (ver primera parte) dedica gran parte de su obra a los fenómenos físicos del lenguaje, pero considera a este inmerso en las leyes de la Naturaleza. El estudio de estos fenómenos alcanza su apogeo entre 1850 y 1875. Como consecuencia de esta irrupción de los estudios fonéticos cristalizará en el año 1876 la aparición de los Neogramáticos. Las incógnitas materiales pero internas de las lenguas (diversidad de los sonidos de un mismo fonema, etc.,) abren el camino a estos nuevos lingüistas. Para ellos, la lengua es una actividad esencialmente humana y debe ser estudiada como tal. Esto supone tener presente continuamente en el fondo de toda actividad lingüística al hombre con sus condicionamientos propios (la psicología acaba de hacer su aparición con una fuerza arrolladora), sujeto de sus actos, sobre todo, el del lenguaje. Según los neogramáticos, nadie puede negar que la antigua investigación lingüística acometía el objeto de su estudio, las lenguas indoeuropeas, sin tener previamente una clara idea de cómo vive el lenguaje humano y cómo se desarrolla, qué factores intervienen en el habla y cómo actúan estos factores en el cambio progresivo y en la reconstrucción de la materia, del lenguaje. Se investigaba con mucho entusiasmo las lenguas, pero no al hombre hablante. Frente a esta situación, los neogramáticos se proponen aunar la doble cara que tiene el lenguaje: la psíquica y la material. Las posibles causas de la aparición de las nuevas corrientes hay que buscarlas en primer lugar en el seno de los mismos estudios lingüísticos. El comparatismo, como ya ha quedado dicho, ha completado la mayoría de sus metas. La aportación de material, exhaustiva en algunos casos y encaminada a la demostración del origen común, ha dejado bien patente esta cuestión. Los mismos Neo-gramáticos contribuirán también a la dilucidación de los puntos más oscuros. Pero con estas investigaciones se abre un nuevo frente, el estudio de las cuestiones internas de la lengua, principalmente la actuación de los mecanismos sicofisiológicos. Si bien esta es la causa principal, a ella contribuyeron, sin lugar a dudas, una serie de factores socioculturales, que en aquellos momentos conformaban el panorama científico. Es algo bien sabido que la interacción entre las distintas ramas del saber es una realidad repetidamente corroborada. A este respecto es preciso constatar la naturaleza y constitución de una sociedad orientada y movida dentro de unas coordenadas de acentuado realismo. Las tesis románticas de afirmación de la personalidad de las distintas lenguas nacionales ha sido dejada ya de lado. En el campo de las ciencias es el momento de las teorías evolucionistas que establecerán definitivamente la evolución como única gran constante de todas las ciencias. Es, asimismo, el momento de las ciencias positivistas, marcadas por un acendrado afán de cientifismo. La psicología nace así empirista, remitiéndose a continuas demostraciones que ponen al descubierto una actividad tan imprevisible como inconsciente en la mente de los individuos, sobre la que intentaran lanzar un foco de luz y cuya influencia, abriendo un horizonte de perspectivas, fue enorme entre los lingüistas. Al positivismo, campo metodológico de todas estas ciencias, deben, sino el fruto de sus conclusiones enfrentadas claramente las más de las veces, si su postura nueva ante los hechos, desde los Neogramáticos hasta los estructuralistas, pasando por los estudios dialectológicos. Los dos lingüistas neogramáticos más importantes son Brugmann y Osthoff. En torno a la figura de Curtius, uno de los últimos comparatistas, coetáneo de Schleicher, se agrupan jóvenes estudiosos, uno de los cuales Brugmann (1849-1919) apunta hacia posiciones que pronto difieren del maestro y que concluirán con la ruptura entre ambos. Sus investigaciones le acercan a Osthoff, dos años mayor que él, junto al que fundará una nueva revista cuyo prólogo al primero de los números se convierte en la base de las nuevas teorías. Pronto adquieren una auténtica conciencia de generación que les arrastra a la utilización de términos como «vieja Lingüística» y «nueva Lingüística», etc. La principal aportación teórica de ambos es la ley fonética que explicaremos más adelante. Frente a la gramática comparada que se basaba en la lengua escrita, ellos opinan que las letras son siempre imágenes groseras, torpes y muy a menudo verdaderamente erróneas con respecto al sonido hablado. Otro de los neogramáticos cuyos hallazgos le hacen brillar a gran altura es Ascoli, lingüista italiano (1829-1907). Su inclusión en el grupo es para algunos dudosa. Profesor en la Universidad de Milán, fue el introductor de la Lingüística comparada en Italia y, por su cuenta, llegó a elaborar leyes de los cambios fonéticos a los que en ocasiones contradijo abiertamente. Sin embargo, el personaje que dio unidad y cuerpo compacto a las nuevas teorías neogramáticas es Hermann Paul. Como Brugmann y Osthoff fue profesor en Leipzig, que se convirtió en el centro de la lingüística comparada y de los estudios filológicos en general (recordemos que allí estudió De Saussure), se inicia en el campo de las nuevas corrientes con unos estudios sobre el dialecto de la Alta Alemania. Para Paul la lengua reside en el hombre esencialmente. Si para Humboldt era actividad personal y nacional, para este lingüista el único protagonista de la evolución de la lengua es el hombre. Sus trabajos eluden toda especulación filosófica para centrarse en aspectos concretos de la lengua que le ocupa. Otorga un decidido impulso a la dialectología basado en su concepción individual de la lengua, aceptando las divergencias de la norma y ampliando a la vez el campo de los estudios lingüísticos. Algunos aspectos de la nueva corriente han sido ya abordados al estudiar los autores más relevantes. Hemos dejado deliberadamente para el final los que conforman el núcleo teórico central de esta corriente lingüística: la ley fonética. La metodología comparatista disponía ya de las llamadas «leyes generales». Estas, sin embargo, adolecían de numerosos vacíos que para los componentes de la antigua corriente no encontraban otra justificación que su catalogación como excepciones. Algunos investigadores destacan en las últimas etapas comparatistas en este tipo de estudio, por intentar dar una respuesta más coherente y centrar su atención en el aspecto material de la lengua, Stheinthal, Whitney y, sobre todo, Scherer, a quien podemos considerar como precursor de los neogramáticos. Como queda dicho, desde Scherer, se inaguran una serie de análisis sobre la composición interna de la lengua, sobre su aspecto fisiológico (fenómenos de acentuación, aliteración...), procurando establecer un nexo causal, basado en factores morales, culturales y sociales en sus principios y posteriormente en otros, sobre todo de índole individual y sicológica. Progresivamente se completan con nuevos enunciados aquellas excepciones fijadas en las leyes generales, llegando a un estrechamiento en las comprobaciones que aboca en la predicación absoluta de la ley fonética que no enuncia lo que tiene que ocurrir siempre que se den ciertas condiciones generales, sino que constata solamente la regularidad en el interior de un determinado grupo de fenómenos. Según Brugmann y Osthoff, en primer lugar, todo cambio fonético, en cuanto que se realiza mecánicamente, se produce de acuerdo con leyes sin excepción, esto es, la dirección del campo fonético es en todos los pertenecientes a una comunidad lingüística, fuera del caso en que entra en fraccionamiento dialectal, la misma siempre, y todas las palabras en las cuales el sonido, sometido al cambio, aparece bajo las mismas circunstancias, son afectadas sin excepción en el cambio. En segundo lugar, como se comprueba claramente que la asociación de formas, esto es, la constitución de nuevas formas en virtud de la analogía, juega un papel muy importante en la vida de las lenguas más recientes. Hay que admitir, según siempre la opinión de Brugmann y Osthoff, también sin vacilar ese tipo de innovación para los períodos antiguos formaciones analógicas en la misma proporción. Por lo tanto, hemos visto que la lógica es en todo momento concepto clave para la evolución fonética según los neogramáticos. La observación de los cambios fonéticos les lleva a afirmar la regularidad positiva de los mismos, justificando las excepciones. Sin embargo, toda la actividad del hablante sobre su propia lengua no se limita sólo a la desviación, más o menos mecánica de determinados sonidos que en virtud de la acción individual evolucionan hacia otras formas, sino que —y aquí el proceso sicológico ya no es tan mecanicista— enriquece su propia lengua con vocablos nacidos en virtud de la asociación de ideas. Es la analogía. Es decir, aquel tipo de actividad lingüística por el que la evolución de las formas se hace más en base a unos contenidos (de manera consciente o no) más que a la mera configuración material. Posteriormente a los neogramáticos se ha seguido investigando en este campo de la evolución fonética y se han perfeccionado ampliamente las leyes del cambio. Para la mayoría de los lingüistas actuales resulta evidente que las razones de la evolución o cambio fonético son dispares y numerosas, ya que van desde aspectos sociológicos hasta otros que son puramente físicos. Esto no obsta para que se reconozca la labor desarrollada por los neogramáticos que fueron los iniciadores.

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